lunes, 16 de octubre de 2017

Enseñar exige conciencia del inacabamiento.



El inacabamiento del ser o su inconclusión es propio de la experiencia vital. Donde hay vida, hay inacabamiento. Debemos recuperar este concepto que implica la evolución del ser humano durante su vida en el conocimiento que tiene de sí mismo y de la sociedad.

En el sector de la industria, innovar supone mejorar continuamente los productos con respecto a sus versiones anteriores. En este proceso gradual, a veces surge una innovación radical que rompe con el paradigma anterior. Se trata de una innovación disruptiva, algo que también obliga a la educación a cambiar sus esquemas y a adaptarse.

El proceso de aprendizaje inicia aquí. Aceptar genuinamente que desconocemos un dato específico, o toda un área de conocimiento, es el principio que nos impulsa a buscar aquello que complete nuestro saber y, en última instancia, que nos ayude a completarnos en el sentido que nosotros deseemos:

“Me gusta ser hombre, ser persona, porque sé que mi paso por el mundo no es algo predeterminado, preestablecido. Que mi ‘destino’ no es un dato sino algo que necesita ser hecho y de cuya responsabilidad no puedo escapar”.

Todos poseemos un talento, todos tenemos la capacidad de ser creativos; y la mayoría vivimos sin saberlo, convencidos muchas veces de que el creativo es aquel que sabe componer melodías, o escribir una poesía.

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